sábado, 10 de mayo de 2008

JOSÈ MARÌA ALBINO VASCONCELOS CALDERÒN


José María Albino Vasconcelos Calderón (Oaxaca, 28 de febrero de 1882 - Ciudad de México, 30 de junio de 1959) fue un abogado, político, escritor, educador, funcionario público y filósofo mexicano. Autor de una serie de novelas autobiográficas que retratan detalles singulares del largo proceso de descomposición del porfiriato, del desarrollo y triunfo de la Revolución Mexicana y del inicio de la etapa del régimen post-revolucionario mexicano que fue llamada "de construcción de instituciones".
Fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de México y por las de Chile, Guatemala y otras latinoamericanas. Fue también miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua.
por causas familiares de índole económica, debió continuar su educación en el Instituto Científico de Toluca, Estado de México y en el de Campeche, Campeche. Luego de la prematura muerte de su madre, ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM y, posteriormente, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el título de licenciado en derecho en 1907.
Vasconcelos y la generación del Ateneo proponían la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento y, sobre todo, la reafirmación de los valores culturales, éticos y estéticos en los que América Latina emergió como realidad social y política.
Vasconcelos y la generación del Ateneo sientan las bases para una ambiciosa recuperación de lo nacional mexicano y de lo latinoamericano como una identidad que, además de real, fuera viable en el futuro, y sobre todo que no dependiera de lo extranjero para un progreso sostenido, como de hecho ocurrió con el modelo económico del porfiriato y otros experimentos latinoamericanos similares, como la República de los Coroneles en Brasil.
Invitado por Francisco I. Madero en 1909, se unió a la campaña presidencial del coahuilense. Gracias a su dominio del inglés, representó al entonces Club Antirreeleccionista ante el gobierno de Estados Unidos. Un año después, el Club se convirtió en el Partido Nacional Antirreeleccionista, con Madero como candidato presidencial y José María Pino Suárez como candidato a la vice-presidencia. Madero y Pino Suárez se enfrentaron a Porfirio Díaz y Ramón Corral en la muy debatida elección presidencial de 1910. Cuando ésta terminó en un escandaloso fraude, Madero convocó a un alzamiento político-militar con el así llamado Plan de San Luis, que inició la Revolución de 1910.
Tras producirse el golpe de estado de Victoriano Huerta y Félix Díaz, Vasconcelos tuvo que exiliarse en Estados Unidos, donde recibió el encargo del gobernador de Coahuila y primer jefe del Ejército Constitucionalista Venustiano Carranza, de buscar, como agente confidencial, el reconocimiento de Inglaterra, Francia y otras potencias europeas, impidiendo que Huerta fuera reconocido y obtuvera apoyo económico. Cuando Vasconcelos logró el reconocimiento de Carranza como presidente de facto, éste volvió a nombrar a Vasconcelos director de la Escuela Nacional Preparatoria.
Durante este periodo, Vasconcelos no pudo en realidad desarrollar sus ideas en materia de educación pública, pues las pugnas internas de los revolucionarios de la Convención de Aguascalientes y la derrota de Francisco Villa ante Álvaro Obregón, hicieron imposible cualquier ejercicio de funciones de gobierno.
Al proclamarse el Plan de Agua Prieta en 1920, Vasconcelos se alineó con Álvaro Obregón contra Carranza. Tras la muerte de Carranza, el presidente interino Adolfo de la Huerta le encargó el Departamento Universitario y de Bellas Artes, cargo que incluía la rectoría de la Universidad Nacional de México.
Fue rector de la Universidad Nacional del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921.
Su espíritu iberoamericano, expresado en su obra literaria, queda también reflejado en la propuesta al Consejo Universitario, en abril de 1921, del escudo que la UNAM ostenta hasta la fecha y en el que plasma su convicción de que los mexicanos deben difundir su propia patria con la gran patria hispanoamericana como una nueva expresión de los destinos humanos. La leyenda que propone para dicho escudo constituye hasta ahora el lema de la Universidad Nacional: "Por mi Raza Hablará el Espíritu".
"Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo". Estas palabras del discurso del rector Vasconcelos signan lo que fue su propósito en la rectoría de la UNAM.
Tras reorganizar la estructura de la Universidad Nacional, Vasconcelos fue nombrado secretario de Instrucción Pública, y desde esa posición inició un ambicioso proyecto de difusión cultural en el país, con programas de instrucción popular, edición de libros y promoción del arte y la cultura. El objetivo era integrar a México de manera más amplia en las grandes transformaciones que siguieron al fin de la primera Guerra Mundial. Vasconcelos, un personaje carismático y capaz de entusiasmar a sus colaboradores, hizo de los maestros rurales un ejército de paz y de cada profesor, según su propia metáfora de raíz católica, inspirada en el sacrificio de los misioneros del período colonial, un "apóstol de la educación".

Apoyó, además, a multitud de artistas e intelectuales. A algunos de ellos los convenció para que se establecieran en México y --con ellos-- ideó nuevas fórmulas de expresión artística, masiva, que a pesar de sus tintes políticos y propagandísticos tienen un valor estético exento de duda. Tal fue el caso de muralistas como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. El apoyo de la Secretaría de Instrucción Pública de Vasconcelos no se limitó, sin embargo, a los artistas mexicanos, como lo demuestra su relación con la chilena Gabriela Mistral, ni tampoco al campo de lo artístico; un ejemplo entre otros muchos es su relación con el político y filósofo peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.

No sólo eso, consciente de los excesos de los que Plutarco Elías Calles era capaz en temas tan delicados como el de las relaciones Estado-Iglesia, y que prefiguraban el desarrollo del maximato y uno de sus precursores, de la así llamada Guerra Cristera, en 1929 decidió postularse como candidato a la presidencia de la república. Eso lo llevaría a enfrentarse al candidato de Calles, Pascual Ortiz Rubio en una desigual campaña que recordó a muchos la que Madero desarrolló en 1909 contra Porfirio Díaz, no sólo por el apoyo del aparato del Estado al candidato Ortiz Rubio, sino también por la violencia que muchos vasconcelistas debieron padecer en carne propia.
Vasconcelos buscó reproducir el patrón seguido por Madero 20 años antes, invitando a la población a sumarse a una revolución, la cual al triunfar lo llamase para tomar el lugar que merecía, porque él se exiliaba a los EE.UU. El llamado a la insurrección fue desoído por una sociedad mexicana cansada de poco más de 10 años de guerras civiles (siete de la Revolución Mexicana y tres de la cristiada) y comprada por una estabilidad forzada con el agregado de enfrentar los efectos devastadores de la crisis global de 1929.

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